UNA EVOCACIÓN A TU REGRESO.

Estoy sentado al centro del lago, sobre la cubierta de mi bote alquilado. No soy parte de este paisaje incrustado sobre este instante, soy un simple vigía que ha llegado desde el silencioso otoño para esperar la llegada del invierno, de sus primeras palabras blancas, de sus caricias tan frias y cortantes como cálido es el verbo que se disfraza en aquella tormenta que nunca llegó, que nunca podrá llegar pues ha quedado detenido el tiempo, el aniversario de un pretexto, el destino que no se quiere marchar y que me ha dejado varado en el centro del lago, justo a la hora en que más te recuerdo, justo a la hora en que sentí aquella caricia recorrer toda mi espalda y dejarme aquella nota de despedida sobre el descampado.

No he podido reencontrarte desde aquella escapada, no sé donde estás, aquella conversación tan solo llegó desde el eco distante y no puedo más que retomar tu voz y reconstruirte desde tu imagen más conservadora, la misma que está escondida en mi alma, en la antigua foto que se esconde en el libro de versos, en la silueta derretida de la vela que se consume en tu espera, en la sombra de cada vocal, quién sabe donde estás y quién lo necesita, ya estás aquí, ya estás sentada en mi deseo, buscando un nuevo lunar sobre mi cuerpo o tratando de escribir la historia de mi más reciente cicatriz.

Ya estás en mi beso, en mi deseo, en ese amanecer que apenas comienza a nacer en la lejanía y que aun no llega pero está en camino, retornando desde la tormenta que ya jamás podrá nacer...