LA VERDAD

Yo descubrí la verdad, descubrí que como casi todas las cosas tiene dos caras, que se esconde cuando no quiere que la veas, se disfraza con su coraza de simpleza, naufraga, busca entre dos arboles opuestos el camino de regreso, así te llega, confusa y voluptuosa, te desconcierta, no sabes qué hacer, no sabes de que parte del tiempo puede llegar el olvido, si al menos se pudiese ver el origen, la primera voz, todos aquellos sonidos compactados en el silencio, comenzarás a renegar, buscarás una canción que mitigue la agonía, si, la agonía porque no te deja sobrevivir, porque tiene hilos ocultos manejando tus sentidos, no conoces los hilos, verlos sería un desastre para la verdad, te autodestruyes, tomas el camino sin tomar ese descanso, los colores, ese árbol marcado que obvias, ya no quieres seguir el camino, cortaste los hilos, dejas pasar el tren y no puedes ver los fantasmas, paradoja, antes veías fantasmas, conversabas con ellos, jamás pasó un tren, por eso te asombras, por eso descubres tu aliento más no puedes ver su sombra dibujarse en el cristal, ahora no puedes ver más que el tren, es el mismo camino, estás seguro que transitas por calles tan conocidas, no puedes ver el destino, los números cortados en las fachadas, los carteles con tu nombre o el nombre de tu antepasado, quién sabe, quién lo quiere ver más que tú.

El descubrió la verdad, ya somos dos, el próximo cartel posee una sombra gris, oscura en su distorsión, no puedo preguntarle, ya no tengo palabras más que para descubrir todo el panorama, no está la señal de trafico que existía en esta esquina, o será que está en la próxima, todo el camino está diferente, los mismos edificios, las casas semi derrumbadas del lado norte, la cara sur, ah la cara sur ya no existe, fue demolida por su asma recurrente, por aquellas respuestas que no pude descifrar entre ladridos y ruidos adversos, el espacio fue desalojado por la ignorancia, por el empeño de cubrir con una sábana roja el tedio, las papeletas y esa mancha de esperanza que se abre por aquella franja en la pared. Ya nadie más ha llegado con la verdad a descubierto, no hay rumbo fijo en la siguiente demostración, tal parece que el conjuro fue abierto por aquellas manos inexpertas, por ese sombrío aniversario que se quiere postular en la eternidad, ese canto o gesto inmóvil, el cisne, el travieso acordeón que comienza a describir la nota, tan alta como el sonido de ese campanario, oh, ya es inevitable, tantos años escondido en la pereza, tantos años sin emitir una campanada, apenas si recuerda el camino, el eco rotundo o esa sonrisa inverosímil que se describe o se describirá después del siguiente poema.

Ya no somos caminantes, ya no somos ese espacio que busca inscribirse en la desdicha, que quiere traspolar cada antebrazo que posee, cada gesto, cada sílaba que simpatiza en la escultura, ahí está erecta o erguida, pobre diccionario requisado para corroer aquellas palabras perdidas de sus páginas, las pinceladas, llego el tiempo de gritar sin aliento, así reza el siguiente cartel, todo carcomido por esos aromas.

Alguien puede decirle a ese otro yo que regrese a buscar su alma gemela, tan diferente y escrutadora, la misma que divaga entre dos calles y escribe su odio en las paredes, rompe la rutina ajena, tropieza en su propia carcajada, no sé tal vez encontrarse de frente con la verdad sea un motivo para sentarse en la estatua de los caballos, tomar esa decisión de unirse en tres pedazos diferentes o simplemente dejar esa huella, porque no sabrá cual es la cara correcta de la verdad, equivocarse será fatal, no habrá regreso, remontar el destino es tan ilusorio como impráctico.

Mejor enciendo una vela, el tiempo dejará reposar los fragmentos de la verdad, me dejará ver en el ojo de la tormenta el rastro de su simpleza, podré remontar sus escalones, terminaré ahora sentado frente al océano inexistente con esta vela encendida y una guitarra llorando su pasado.