MEDITACIONES.

El largo sonido del saxo recorre las esquinas del bar, no sé por qué tu rostro regresa a mi memoria con solo escuchar los primeros acordes. El vaso de tequila, los dos cubos de hielo nadando desde mi deseo hasta el tibio sabor. La música cubre las conversaciones, me despoja del silencio en el destino, esa antigua ventana por donde salimos a caminar en aquella noche donde el fuego cubrió la antigua casona.

Estoy sentado en medio del bar, quizás espero que la noche comience a caminar desde su instinto o su cansancio continuo, que salga detras de los adolescentes que solo buscan los rincones más íntimos para develar las nuevas conversaciones.

Ah el destino, esa antigua luz que se disuelve en el escenario, que toma los ultimos acordes del saxo, los estampa en una pintura, los abre en cada pincelada, estruja ese sonido para convertirlo en esa rosa blanca que sobresale, esa rosa que tantas veces has visto en tu deseo, esa rosa que desnuda convierte sus pétalos en caricias.

Ah, regresa el sonido, esos acordes místicos que más que el otoño que se esconde detrás de cada aniversario, retornan a la casona y buscan el estrado donde el destino se opuso a la pesada pared que se interpone a un nuevo comienzo. No, no hay como la voz de la mañana en el espacio gris, el mismo que habita en la esquina opuesta al milagro, aquella voz, aquellos acordes, aquella sensación malograda descubriendo de que color es la mañana donde estamos, y no ahora, sino la mañana que debe venir después de la madrugada, de su acto escapista y el perfume de la manzana.

Nadie sabe cuál fue aquella palabra, aquella caricia que paso de la voz al tiempo de la ternura y no hay camino cercano que me pueda devolver a tu cuerpo, que me devuelva tus caricias...

Ya no hay más que una tenue luz, el último sorbo se desliza por mi sabor, descubro que es muy temprano para abrir el destino y salgo a caminar rumbo a mi destino...