UNA GOTA DE ROCÍO

No eres esa gota de rocío que aparentas desde tu ternura. Eso lo sé, conozco tu alma, conozco el secreto de tus ojos, la voz que se derrite por no profesar sus deseos y clamas desde la inocencia para lograr que me acerque a tu sombra y escriba tu nombre desde la letanía o en ese otro capricho que es la campanada lejana desde aquella iglesía que nos quiere lejos, que nos acusa de un pecado que todos cometemos, que nos quiere desterrar de esa ciudad y no es por dibujar deseos en las paredes sino por no callar los gemidos en noches de soledad.

No, hoy no eres esa gota de rocío que resbala por mi piel, pero que puede importar si te amo, por eso te presiento sobre mi abrazo y te dejo acercar, ya conozco tus instintos, abrazo desde un beso y descubres mi sonrisa y la ciudad comienza a estremecerse desde el aliento.

Abro los ojos y no sé si es un atardecer o un amanecer lo que quiere entrar por la ventana semi abierta y me levanto porque no estás a mi lado, no se donde estás pero siento tu presencia, tu perfume está en mi aliento y regresas, una vela desprende su luz para iluminar tus curvas, para que descubra ese último lunar que ha nacido en tu espalda y que me pide a gritos besos salvajes para sentirse acompañado desde su soledad.

Llegas a mi cuerpo y te quedas acostada sobre mis deseos, estremeciendote por cada sílaba que va conformando el verso, sintiendo cada caricia que, como acorde de guitarra, va tronando aquellos arpegios de amor y es entonces que tu alma regresa a tu silueta y te conviertes en esa gota de rocío que tanto extrañaba desde la mañana.