REFUGIANDOME EN TUS DESEOS

No quiero ver el atardecer desfilando por mi ventana sin sentir como tus manos se aferran a mi conversación. No quiero perder esa última palabra emitida como gemido, que se estruja contra mi alma y me descubre sentado sobre la ilusión de una mirada tuya recorriéndome en mi desnudez. No es aquella mirada inolvidable que apareció sobre la esquina de un beso la primera vez que cortamos esa rosa para inmortalizar nuestro amor sino aquella otra que regresa en cada encuentro, la misma que alimenta con deseos la hoguera de la ciudad.

No quiero perder ese árbol donde desnuda bajas hasta mis labios y me regalas una palabra, un abrazo, donde te unes a mi abrazo para dibujarle tatuajes de arena a la tarde, donde caminamos por aquella vereda repleta de árboles y no hay más destino que un beso continuo, que ese pensamiento infinito de abrazarnos desde los rincones más ardientes.

Estoy sentado sobre esta roca donde la soledad es una isla lejana que se pierde en el horizonte y aunque no estás cerca de mis deseos llegas desde mi memoria con tu risa, llegas escribiendo tus pasos en la arena húmeda como esa brisa que siempre crece desde el destino sobre aquellas miradas que nos abrasan.

No quiero levantarme y caminar para que no pierdas mis huellas. Yo sé que estás tan cerca que tu manos no necesitan soñar para alcanzarme solo escribir dos palabras y alcanzarme. Ahi estoy, detenido en el tiempo, buscando esa nube fija que desaparece cuando no estás y que regresa anunciando tus besos.

Ya estás de regreso y el silencio hierve en tentaciones mientras mi corazón se refugia en tus deseos.