martes, mayo 18

EL PUENTE

(MI "YO" Y OTRAS HISTORIAS)





Melanio Arguelles, acaso el más joven de los soldados cubanos que aportó Cruces a la guerra de 1895,fue en su juventud un aprendiz de todo y un maestro de nada. Durante la guerra fue el niño mimado del Coronel Jiménez del Puerto. Un distinguido joven de la conocida aristocracia del Louvre Habanera. Jiménez del Puerto y un pequeño grupo de amigos se lanzaron a un alzamiento en el Oriente a la temprana fecha del 18 de noviembre de 1893. Ellos confiaron en la palabra del General Maceo cuando visitó el café del Louvre en el distinguido Hotel Inglaterra.


Maceo, aunque no fue categórico en lo de la fecha, expresó el deseo de Gómez y Martí de iniciar la guerra a finales del 93. El joven Jiménez del Puerto se tomó muy en serio su tarea de organizar una partida. Con sus propios recursos compró pertrechos de guerra. Compró una hacienda en la región de Guantánamo, compraron ganado, caballos, botas, medicinas y poco a poco se fueron marchando en pequeños grupos hacia la hacienda para no levantar sospechas de las autoridades españolas.


El primer encuentro con los españoles ocurrió en el mes de diciembre del 93. Una veintena de jóvenes inexpertos emboscó a cerca de 60 dragones españoles, quienes al sentir los disparos, huyeron despavoridos abandonando numerosos avituallamientos y cerca de 12 cadáveres. Nada mal para un primer combate. Mucho más si los protagonistas lo único que sabían hacer era disparar, gracias a las prácticas en el Club de Leones. Algo habían aprendido haciéndose pasar por defensores de los poderes del Rey y haberse apuntado en el Batallón de Voluntarios del V distrito.


De regreso al campamento encontraron un niño de apenas 11 años que vagaba solo por el sendero de la montaña. Cuando le cuestionaron a Melanio sobre que hacía por aquellos parajes solo balbuceo la palabra insurrecto. Fue llevado con los jóvenes al campamento y durante toda la guerra fue el ayudante y protegido del Coronel Jiménez del Puerto.


Cuando termino la guerra ostentaba los grados de capitán a pesar de que ni siquiera sabía disparar una pistola. Durante dos años fue de los pocos privilegiados que cobraron un salario del depauperado tesoro nacional.


A mediados de 1900 fue nombrado, gracias a la gestión de su protector, jefe del puesto de la Guardia Rural del pueblo de Bauta, donde fue ascendido al grado de Teniente Coronel. Durante los siguientes cuatro años alcanzó cierta notoriedad en toda la zona por alejar a los opositores del Partido Liberal y a los guajiros que habitaban en tierras equivocadas. Cada expulsión o desalojo representaba una mejora de su fortuna privada. También aprendió a controlar todo el negocio de la prostitución de la zona.


Unas 10 casas y cerca de 150 prostitutas vivían en un barrio llamado “La Inmaculada Concepción” donde cada noche y en especial los fines de semana eran visitadas por cientos de jornaleros y hombres de los pueblos cercanos, porque, gracias a la nueva ley de la moralidad y la salubridad emitida desde la Habana, Melanio Arguelles se estaba llenando los bolsillos de mucha plata a ser el único que hizo de la vista gorda y permitió todo ese ilegal negocio en la zona bajo su mando.


En 1904 su protector ganó las elecciones como senador de la República y el recién estrenado Coronel Melanio Arguelles fue nombrado jefe de la seguridad del senado, cargo sugerido por el doctor Juan Ramón O'Farrill alcalde de la Habana en retribución por ciertas cajas repletas de votos que desaparecieron del almacén que había sido contratado para el conteo de las elecciones. Melanio Arguelles ya daba por olvidado el percance y pensaba que su buen amigo el doctor había olvidado su palabra de ayudarlo a él y a su protector. El doctor no era tonto, sabía que si colocaba a su salvador en este cargo tan importante como asediado, ya que por su inactividad y excelente retribución económica no había político de alto vuelo que no deseara ese cargo para sus hombres de confianza.


Melanio Arguelles en un comienzo no entendía el verdadero juego del poder. La importancia de su cargo pronto le sería revelada cuando 110 millones de pesos en efectivo fueron llevados al senado para de manera oculta ser repartidos a ciertos senadores del Partido Liberal en agradecimiento por haber aprobado un ambicioso plan de obras sociales con cargo al erario público. Melanio Arguelles y su protector, recibieron esplendidas tajadas de esta “untada de mantequilla” que, según recuerdan los que más saben, fue el robo más “descarado” al tesoro nacional.


La oposición, que por supuesto se enteró del fraude y de la “untada de mantequilla” pero poco pudieron hacer debido a que tres concejales y un legislador fueron asesinados a sangre fría por enmascarados en el café Delicias cuando desayunaban en la espera de que el Fiscal General arribara a su oficina. Convenientemente fueron despojados de las pruebas que tenían.

Una docena de amenazas perfectamente distribuidas por nuestro amigo el Coronel Melanio Arguelles garantizaron que los opositores abandonaran todo esfuerzo por hacer público este escándalo.


En 1908, cuando su protector perdió la reelección al cargo de senador, fue cesado de su cargo por el nuevo Alcalde de la Habana. No quiso abandonar Cuba, como su protector, y regreso a su natal Cruces, donde compró una pequeña hacienda ganadera que estaba en quiebra y que había pertenecido a Don Éufrates Quintana, quien recordaba como el amante de su mama, quien lo golpeaba con el cinturón hasta que el muy sádico veía brotar la sangre de su espalda.


Nadie supo decirle a ciencia cierta que rumbo había tomado Don Éufrates Quintana. Ni siquiera su esposa y sus tres hijos. Los rumores, ya saben, las mejores noticias de un pueblo, decían que Don Éufrates Quintana había partido rumbo a Santiago de Cuba detrás de una mulata despampanante que había sido la causa directa de la quiebra de la hacienda.


Melanio Arguelles, con la fortuna que logró amasar en sus años de “vacas gordas” compró un par de fincas cercanas a la suya, compró varios cientos de cabezas de ganado, tres casas en el pueblo, un almacén y varias carretas repartidoras de leche. Fue una especie de visión, un negocio que se abrió ante sus ojos de la nada. Junto a varios hombres de confianza y los contrató para que compraran toda la leche en las fincas de los alrededores de Cruces, la pagaba a buen precio, solo dos centavos más barata, que en la venta al menudeo y lejos de lo que todos creían era un negocio prospero para la venta de leche, el verdadero negocio era la fabricación de quesos, los cuales enviaba a la Habana a través del ferrocarril. Obteniendo desde el comienzo grandes beneficios. Poco a poco comenzó a abrirse otro negocio que también le reportaría grandes dividendos: el alcohol.


Melanio Arguelles, en sus años de jefe de la seguridad del senado, logro “amarrar” buenas conexiones. Una de ellas con Benigno del Toro quien era el encargado vitalicio de regir y fijar las exportaciones de alcohol hacia los Estados Unidos y el Caribe. Don Benigno poseía una autoridad indiscutible, toda aquella persona que se dedicaba al negocio del alcohol le rendía pleitesía, porque Don Benigno creía muy seriamente que había nacido Dios y que todos los que le rodeaban dependían de su humor, incluso el presidente de la república Don Tomás, le enviaba cestas que contenían, carnes finas y vinos de los más caros, solo para mantener feliz el voraz apetito de Benigno del Toro, quien mantenía las buenas exportaciones de quienes como Don Tomás, alimentaban su ego.


Una de las pocas personas a las que Don Benigno del Toro trataba con admiración y respeto era Melanio Arguelles, ya que mientras estaba en la Habana lo salvó de un asalto que le habían preparado cierto ladrón a la entrada del Senado. Lo que nunca supo Don Benigno fue que todo ese teatro fue montado para evitar que los precios del alcohol cayeran en la bolsa. Melanio Arguelles quien había sido un excelente alumno de su protector, entendió que esta “jugarreta” le traería buenos dividendos.


Melanio Arguelles comenzó a recibir algunos regalos de Don Benigno y en todo el tiempo que estuvo en la Habana era invitado de honor a las famosas cenas de Don Benigno. Cuando se fue, su amigo en agradecimiento le ofreció una espectacular fiesta donde varios músicos de los más reconocidos de la época estuvieron presentes, así como la casi totalidad de la alta sociedad.


Melanio Arguelles no perdió tiempo en llamar a su amigo Don Benigno cuando entendió que podía adueñarse del mercado del alcohol en los 7 ingenios que existían entre Cruces y Santa Isabel de las Lajas. Para lograrlo consiguió que su “amigo del alma” vetara a los 7 centrales y a los productores acusándolos de refinar alcohol de baja calidad. Los productores que, a sabiendas, nada podían hacer vieron la propuesta de Melanio Arguelles como una tabla de salvación y regresaron a él para venderles su producción. Melanio, quien dos meses atrás le había propuesto a los productores comprar el litro a seis centavos, se mostró inflexible y solo aceptó comprar todo aquel alcohol que fuera vendido a tres centavos. Al principio la mayoría de los productores se negaron y trataron de colocar su producción en otros lugares, pero al tener el veto de Don Benigno nadie quiso comprar ese “alcohol de fuego”. Al final todos terminaron llevando su producción a Melanio Arguelles.


La política estuvo fuera de Melanio Arguelles por varios años. Bien sabía que fuera de la protección de Jiménez del Puerto perdería el control y quien sabe que más. Extrañaba todo ese glamour del poder ya que su cargo como jefe de la seguridad del Congreso le daba ese sabor grandioso. A diario veía como los arrogantes senadores pasaban por su lado y se detenían a saludarlo, como si fuera el gran creador, ese poder le gustaba y lo extrañaba, por eso sintió felicidad cuando sentado en la bodega de Don Wilfredo vio aparecer a su protector en un bello y reluciente Ford.


Jiménez del Puerto, quien había estado fuera de Cuba por varios años había regresado a por el poder. Era el candidato elegido por el Partido Liberal para ocupar la silla presidencial y había regresado por su protegido, lo quería para ser el presidente del congreso. Jiménez del Puerto, quien estaba muy contento, se negó pero logro “negociar” la gubernatura de Las Villas, a lo cual Jiménez de Puerto aceptó de mala gana.


No es que Melanio Arguelles se negara a regresar a la Habana, sino que había conformado un pequeño imperio y no quería estar muy alejado de él.


Dentro de los preparativos que hizo Jiménez del Puerto para promover la campaña política de Melanio Arguelles fue la de conseguir un ascenso secreto del presidente, además de conseguir un periodista del Diario de la Marina para que siguiera la campaña a la gubernatura de Las Villas.


Al día siguiente de la llegada de su protector Melanio Arguelles apareció vestido de militar esgrimiendo una serie de medallas y los espectaculares galones de Mayor General y mandó a imprimir los primeros carteles de su campaña. Su protector estuvo varios días en Cruces y solo regreso a la Habana cuando llegó el cheque del Banco Nacional de Cuba con los tres millones de pesos que el Congreso ponía a disposición del Candidato a la gubernatura. Jiménez del Puerto tomo la mitad de ese dinero y le encomendó a su protegido que fuera muy cauteloso con la campaña pues el más mínimo error le podía costar la victoria.


Melanio Arguelles comenzó a visitar todos y cada uno de los pueblos y ciudades que pertenecían a su provincia. Conversó con todos, dejó dineros en billeteras que estaban a la venta, envió sus guardaespaldas a visitar a los opositores más populares, un par de amenazas por aquí, un apretón de cuello por allá, un poco de soborno, trapos sucios y por supuesto, el robo de boletas el mismo día de la elección le aseguraron la victoria. Dos días después era anunciada su victoria por el consejo electoral y se dio a la tarea de preparar la fiesta para dar a conocer su victoria.


Jiménez del Puerto llegó tres días después con el sabor de la derrota y no entendía como su protegido había logrado ganar. Cuando Melanio Arguelles le explico las verdaderas causas de su victoria, Jiménez entendió donde había estado su error y por qué había perdido las elecciones. Estaba triste, pero sabía que aunque su protegido sería el gobernador el sería el verdadero poder.


Rápidamente comenzaron a planificar que obras sociales construirían con el abultado presupuesto económico del gobierno villareño. Una de estas obras era un gran puente, el más grande que se hubiese construido en la Isla. El siguiente paso era encontrar el lugar ideal para anunciar su construcción, por supuesto tenía que ser un lugar desconocido, donde sus autoridades cooperaran en no denunciar su no construcción. Melanio Arguelles sugirió Cruces y su protector estuvo de acuerdo.


Un mes después Melanio Arguelles vestido con la banda multicolor que había recibido al asumir como gobernador de Las Villas anunciaba al Congreso de la República su intensión de comenzar a construir la obra monumental que había pactado con su protector. Lentamente comenzó a explicar como sería, las ventajas que tendría, el costo, como serían distribuidos los recursos, los empleos que generaría para Cruces esta construcción, la modernidad, no solo para el pueblo sino también para la provincia y el país. Estaba tan ensimismado en su discurso, se sentía Dios, a cada momento levantaba la vista de su discurso para regodearse de tener tantas miradas puestas en su persona, que al principio no prestó atención a una pregunta que a viva voz le hizo un senador. Fue la segunda repetición de la misma lo que hizo a Melanio Arguelles poner los pies en la tierra y detener su discurso.


Había escuchado perfectamente la pregunta en su segunda repetición pero había aprendido en sus años como jefe de seguridad del senado, que para mermar los efectos de una acusación o para ganar tiempo en preparar una respuesta a una pregunta sorpresa sin dejar entender la sorpresa, lo mejor era hacerse el sordo y volver a preguntar o pedir la repetición de la pregunta. Fue exactamente por eso que lentamente dirigió su mirada inquisitiva al senador y en un tono tan amable que había sorprendido a todos y en especial a él, le dijo: “puede usted tener la amabilidad de repetir su pregunta” El senador, se levanto de su curul y de manera más calmada le cuestionó el por qué construir un puente de esas dimensiones y envergadura en un lugar como Cruces, donde él, como hijo de esa tierra, sabía que no existía un río o lomas que ameritaran gastar el presupuesto en un puente.


Melanio Arguelles no recordaba al senador Vélez, nunca lo conoció en su niñez, tampoco cuando regresó siendo un adulto. No era el único político del pueblo que estaba en la Habana. Eso lo sabía, pero no sabía a ciencia cierta, por qué nadie le había dicho que existía un senador de Cruces. Lentamente comenzó a explicar el por qué Cruces necesitaba de un puente tan formidable y empezó justamente donde nadie lo esperaba: “…Necesitaremos de esta obra tan magnifica para poder llevar a cabo otra obra no tan monumental pero muy importante para Cruces. Me refiero a la construcción del río Cruces el cual será el único río de agua salada del país…”


No hubo un solo senador que abriese la boca, todos estaban perplejos. Los senadores del partido Liberal, que eran la mayoría recibieron unas pequeñas notas donde se había anotado cuidadosamente el monto de su pago por la aprobación de ambos proyectos. Luego de la conclusión de su discurso Melanio Arguelles se retiró hasta la curul de las siete sillas, donde todos los gobernadores tenían su lugar para asistir a las sesiones del congreso.


Solo 10 minutos demoró la aprobación de este gigantesco presupuesto. El senador Vélez y varios senadores de la oposición se levantaron indignados y abandonaron la sala del congreso. Melanio Arguelles se levanto feliz, había concluido la sesión y había obtenido una victoria inesperada: fue por dinero para un proyecto y obtuvo casi el doble de presupuesto. Era increíble, su protector se maravillaba de la inteligencia tan desconocida de Melanio Arguelles, hasta ese día no lo había juzgado por su verdadero valor. Era inteligente y Jiménez del Puerto apenas comenzaba a percatarse.


Pocos días después un grupo armado detuvo su auto en la entrada de la casa del senador Vélez en la Quinta Avenida justo en el instante en que el Senador y su familia salían a dar un paseo. Según la policía se habían disparado más de dos mil balas. El cuerpo del senador estaba destrozado. Solo de él habían extraído mas de 400 plomos. Mucha gente pensó en una venganza del Gobernador de Las Villas pero pronto aparecería una serie de historias donde el senador estaba involucrado en tráfico de oro y donde se decía que había denunciado un cargamento para luego quedárselo ya que jamás fue llevado a la estación de policía. Lo cierto o no de este asunto fue la venganza, un mensaje que quedó muy claro para todos los enemigos del gobernador.


El río salado fue una noticia que estuvo varios días en la primera plana de los diarios. En Cruces fue tomado con la frialdad acostumbrada, porque todos los que conocían a Melanio Arguelles sabían que este inusual proyecto no era otra cosa que un pretexto para robarse el presupuesto. Años después un periodista radial se atrevió a preguntarle a Melanio Arguelles sobre el río, ya que según dijo había visitado Cruces y no lo había visto. Melanio Arguelles, con su flemática postura le respondió al periodista que ahí estaba, que como se atrevía a decir semejante mentira si todos sabían que Cruces era principal exportador de pescado del centro del país. Dos días después apareció el cadáver del periodista, la causa de muerte fue por asfixia por inmersión en agua salada.



1 comentarios:

GINITEANDO dijo...

desde el comienzo supe que me iba a gustar cuando lei el nombre del protagonista: Melanio Arguelles,porque en los cuentos los nombres visten ,retratan y dan color a los personajes,recorde a Anacrio Amoros de El suicidio,porque en esto de contarnos historias contadas en forma de cuentos,nuestro autor se ha convertido en un verdadero maestro.
Entrar en ellos es un verdadero regalo,porque vas por los senderos de la historia pero recreada y fantasiada pero de pronto te detienes y sientes que estas en un mundo de ficcion con personajes imaginarios que bien caben en lo que Alejo Campentier llamo "lo real maravilloso ",no, no se queda ahi porque el autor aprovecha bien a sus creaciones y las echa al camino y ellas nos van llevando,por caminos tortuosos ,es el caso de Melanio Arguelles que de aprendiz de todo y masetro de nada se convirtio en un pillarajo de la peor ralea y a traves de esta imagen artistica que es el personaje ,nos adentramos en los peores vicios de nuestra recien estrenada republica,esta la critia y la denuncia dada a traves del arte del autor.Un fino humor cargado de ironia a veces hace acto de presencia cuando ,por ejemplo se refiere al barrio de las prostitutas y lo llama "La Inmaculada Concepcion",muy sutil de su parte.
Nos regala una prosa agil y sagaz.felicidades...

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