domingo, marzo 7

EL ANGEL Y LA APUESTA

(MI "YO" Y OTRAS HISTORIAS)




La mañana estaba hermosa y desafiante sobre la lejana amenaza de la lluvia, ya saben de esas tormentas que no existen, que solo muestran su rostro en la lejanía para provocarnos ese pánico inverosímil, esa bizarra procesión de sombrillas, capas de agua y los más osados un ejemplar del diario matutino. Ahí me encontraba, sentado en la vieja banca, disfrutando aquellos ríos de transeúntes que desfilaban en todas direcciones frente a mi y de repente una mujer que se detiene, que se acerca con una sonrisa y sin mediar saludo toma asiento a mi lado y ahí se quedó por espacio de tres horas, observando las personas que yo hubiese observado de no estar observándola. No hubo palabras, no hubo más que un par de intercambios de mirada, no hubo ese destino momentáneo que a lo mejor hubiese prosperado de haber iniciado una conversación.

La tarde amenazaba con su soledad de siempre, un buen libro, una meditación sobre el asombro era como la terapia para ahuyentar los malos recuerdos. No me percaté de la llegada del Ángel, estaba absorto entre el asombro y el rostro nuevo que no pude descubrir el rastro de luz en la lejanía, una sorpresa, algo fingida para consentir los egos abstractos y una respuesta, una advertencia sobre olvidar el rostro de la mañana, no era real, no era para mi, jamás la volvería a ver. El Ángel mostro cierta tristeza al decirme estas palabras. Nunca he sido lo suficiente crédulo como para confiar ni desconfiado como para quedarme tranquilo ante una aseveración de tal magnitud. Se supone que un Ángel tiene la verdad, conoce tu destino, pero algo dentro de mi me impulso a realizar una apuesta con el Ángel, si ganaba tendría el poder de guiar el sol a mi antojo en un amanecer, si perdía tendría que despedirme de mis poemas, ya no serían míos, tendría que escoger un desconocido y regalárselos para siempre.

Una mañana, meses después de la apuesta, me desperté con esa sensación del poder, la misma que te obliga a levantarte, a vestirte en la prisa de una sorpresa que solo debe ser recogida, al abrir la puerta ahí estaba la hermosa mujer, nunca supe con certeza como conoció mi residencia, tampoco quise preguntar, solo una sonrisa y un gesto insinuador de que quería entrar a mi departamento, me aparte, entro, se abrazó a mi y lo que ocurrió en las siguientes tres horas es un recuerdo tan hermoso y personal que no prefiero compartir.

La vi marcharse desde la desnudez de mi alcoba, una sonrisa y una lágrima me indicaron que difícilmente la volvería a ver. Tres días después estaba sentado en el muro del malecón, eran las cinco y treinta de la mañana y pude dirigir el sol a mi antojo, las noticias de la tarde mostraban un raro fenómeno que nadie pudo explicar y que por suerte para mi amigo el Ángel achacaron a los cambios de climas provocados por el hombre.. Nunca más volví a ver al Ángel, no sé si me dejó ganar porque era mi amigo o comprendió que mi poesía era parte de mi alma y que si la perdía no podría seguir descifrando los sueños de la ciudad....

3 comentarios:

GINITEANDO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
GINITEANDO dijo...

el angel apostador es un bello poema en prosa con la mas bella demostracion de amor... el poeta apuesta su poesia,la regalara si pierde... por la pasion hacia una persona que aparece en en aquel banco del parque de forma tan misteriosa....el angel lo dejo ganar porque comprendió que la poesía era parte de su alma y que si la perdía no podría seguir descifrando los sueños de la ciudad..un triunfo del amor y de la poesia..saludos

GIOCONDA dijo...

Sí, la poesía, o la prosa es el sentimiento, que se necesita comunicar. Como se disfrutó, es necesario compartirlo, que alguien sepa, que otros sepan.
¡Gracias!

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