viernes, marzo 5

EL ANGEL Y LA ROSA

(MI YO Y OTRAS HISTORIAS)





El destino: un atardecer que se disuelve en una conversación, lágrimas, sonrisas, una melodía cercana que recuerda las posibles muertes del Ángel, porque no hay una resurrección tan exacta que retroceda el tiempo transcurrido, los árboles, aquellas mariposas que husmeaban para conocer el futuro, primero la muerte de amor sin agonía, luego la resurrección y aquellos besos que se derretían en la penumbra del árbol, el mismo que ocultaba nuestra historia de las miradas ajenas. Muerte o resurrección, el Ángel siempre vagaba a la espera de nuestros deseos, de nuestras insinuaciones, nunca se desesperaba en su espera, quizás se perdía en aquellas calles de su memoria, o tal vez dibujaba una rosa amarilla para el reencuentro.

Nunca pude saber con exactitud por qué el Ángel dibujaba la rosa amarilla, la tradición que no se perdía en la osadía de los amaneceres nos mostraba que la rosa azul era la perfección, el sutil y marcado sendero hasta el infinito, no sé por qué el Ángel se evadía, jamás respondía esta pregunta, tampoco otras, tampoco recuerdo el tono de su voz, ni alguna palabra que se le haya escapado, tan solo su rostro, sus sonrisas o lágrimas, su vestimenta y esa rosa amarilla que siempre me mostraba cuando se evadía en su recuerdo.

El destino: jamás he vuelto a ver a este Ángel, he conocido a otros, más o menos agradables, consentidores, hasta un Ángel borracho que se quiso acercar a un medio destino que apareció un atardecer turbio y sin sorpresas, tan solo un aburrido anochecer y el Ángel había desaparecido, pero aquel Ángel jamás lo he vuelto a ver, no he podido regresar a la calle donde lo encontré, al cuerpo lleno de abrazos y caricias que alimentó su cercanía, tampoco he podido recuperar el poema que escribí aquel amanecer donde desapareció detrás de mi última palabra, pero no importa, a veces voy al mercado y creo ver una rosa amarilla, es una trampa, es un espejismo porque yo se que mientras no regrese a ese beso largo y tierno que tantas veces revolotea en mi memoria jamás retornará el Ángel y mucho menos podré disfrutar de una rosa amarilla.

1 comentarios:

GINITEANDO dijo...

cuantas veces no advertimos la presencia del angel consentidor y solo lo vemos cuando viene al reencuentro con la rosa amarilla.....no importa su rostro ni su voz,a veces una sonrisa o una lagrima son suficientes para la evocacion del beso que quedo en la penumbra de los arboles...tal vez no regrese nunca a nuestras vidas y lo estaremos buscando siempre entre las rosas amarillas

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