miércoles, diciembre 16

LA MEDITACIÓN SOBRE EL PASADO


Para Meiren Sanchez en la Habana, por su lejanía, por su deseo de abrazar la poesía desde su alma




Voy a llegar a tus brazos de manera que no me veas, nadie puede hacerlo. La ciudad ahora es falacia dibujada en la memoria, no hay esas calles donde estabamos en conversación, donde nos sentabamos a disfrutar de un buen poema entre sorbos de té y minutos que desaparecían a la par de aquellos anillos de humo. Las calles están, quizás un poco menos de edificaciones que han cedido su paso al tiempo y la despreocupación, pero no estamos, no hemos podido llegar con nuestra palabra, nuestro deseo y aquellas tonadas nacidas desde la guitarra prohibida, la guitarra asmática que jadeante siempre terminaba escondida en la casa de algún desconocido y es que aquella ciudad, llena de bromas, nostágicos olores, ya no habita más que el recuerdo, más que en la duda de que alguna vez existió y es que no podemos regresar más que escondidos, no podemos caminar por esas calles porque jamás regresarán nuestros muertos más queridos, nuestros fantasmas, esos vasos de té que ocultaban las tristezas de un poema tímido, de un poeta diletante que creia en Baudelaire y defendía las locuras de Tzara sin que jamás conociera cual era el color de las letras o la simple cadencia que empleaba para leer aquellos poemas desastrosos, al menos hoy lo vemos en la lejania y ya no parecen tan desastrosos, son demonios que regresan, son palomas que quieren limpiar el camino desde la mano del Awo, con rezos, cantos y aquellos signos dibujados en la calle, lejos de la mirada indiscreta y que serán borrados después del sacrificio.
Dónde está aquella ciudad, necesito recuperar alguna de aquellas muertes, ver la agonía y reirme a carcajadas después del ritual. nadie recordará el signo dibujado, ni siquiera el rastro desangrado de la vela que fue crepitando al compás de los tambores Bata, los mismos que en su llamado a los orishas describen nuestro deseo, nuestra caminata por esas calles tan ajenas que los muertos se oponen a que busquemos nuestro pasado. No hay cruz, no está la voz que guia en la madrugada, es mejor dejar el pasado en nuestra memoria, no se puede, no hay espacio para una nueva ceremonia.
Voy a llegar a tus brazos, quizás lo haga desde mi alma, intentando recuperar cada beso tuyo, cada palabra que fue expresada en la lejania, quizás intentando encontrar aquellos poemas desaparecidos en la prisa de una huida, aquellos que quedaron perplejos ante su inminente muerte en la hoguera, aquella hoguera que fue encendida para quemar mi alma, para que no pudiese regresar a esa ciudad que está impregnada en mi alma, que fue creada por mi vocación, que está perdida en el tiempo...

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