viernes, octubre 2

AMANECER EN TU ABRAZO





No quiero correr por esa avenida que me conduce desde tus besos hasta mis deseos y no es esa estridente sinfonía la que se opone a esta negativa, es el deseo de sentarme sobre tus deseos y descubrir como tu rostro se disfraza con el traje del enojo por no encontrarme en esa esquina donde abundan las postales, en esa esquina donde la última vez que se escuchó el silencio amanecía desde la calle siguiente y nunca llegó el rumor inolvidable de las cuatro esquinas.

No quiero abrazarme a tu cuerpo todavía, necesito ver tu imagen desde la lejanía para que la tarde comience a desprenderse desde su eco y podamos entretenernos justo sobre ese poema inaudito que comienza a crecer desde la esquina indirecta a tus deseos.

No sé por qué llegas en las tardes equivocadas, en esa increíble hora donde no hay espacio para una conversación, tampoco para los besos, esa hora donde un poema es inoportuno y donde el sol abraza a la tarde como si no quisiera irse, esa hora tan molesta y maravillosa, esa hora donde siempre nacen esos proyectos que terminan divididos, y no hay una sonrisa de triunfo que quiera regresar para mostrarnos su cuerpo, su palabra misteriosa.

Llegas al final de la calle y me parece que la soledad era tan solo el pretexto para un nuevo encuentro, para sentarnos a la orilla derecha del fuego y comenzar a pensarnos desde aquel abrazo en la orilla del tiempo hasta el último beso detrás del destino.

Llegas y me abrazas y me sonrío, acabo de descubrir que tu rincón misterioso nace desde una postal famosa que esta en todas las calles y te beso, te vuelvo a besar y comprendo que nunca estás lejos de mi, que nunca te pierdes en esos caminos de la gran ciudad, porque siempre caminas arrojando fragmentos de mi cuerpo para encontrarme más fácil en cada regreso.

Amanece y te abrazas a mi, comprendo que no quieres tomar el camino de retorno a esa otra orilla de la ciudad, la misma donde te escondes cada mañana para que mi corazón comience a extrañarte y renazca el deseo de reecontrarme en tu cuerpo cuando la tarde comienza a desaparecer por esa colina invisible que no desaparece a pesar de que somos los únicos que habitamos en su interior. Amanece y escucho nacer desde tus labios un te amo que me estremece, un te amo que me recuerda los millones de besos que aun te debo, amanece y estamos acostados sobre la extensión del destino y comienza a llover y encuentras el pretexto para quedarte en mis labios y rodar por esa colina llamada deseo.

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