CAFÉ Y AMOR

Amanece en esta ciudad donde la soledad está desterrada, donde el aroma de la fàbrica cercana penetra desde la chimenea y nos recuerda que debemos abrazarnos en ese beso tierno de buenos días, en esa caricia que llega desde la última escapada de la soledad por la puerta trasera. Hoy no es día de caminar a oscuras, no es día de cortar esas rosas tiernas que nos recuerdan el paso lejano de la primavera y que aún se niegan a perder su lugar en nuestra inocencia, en esa sonrisa que esparce desde su nacimiento el rocío, el eterno despertar de la naturaleza desde el bostezo hasta su primera sílaba, hasta ese canto de los pájaros y la nada despreciable intención de la ventana de permitir la entrada del sol a través de su cuerpo.

Hoy no quiero perder este abrazo que me impide abrir los ojos, que me regala un te quiero por cada centímetro de mi cuerpo y no quiero salir de ese instante, cierro nuevamente los ojos y el tiempo se detiene, qué puede importar que transcurra para otros, qué puede ser lo que ocurra, a quién le molesta esos grafitis que se derriten en las paredes, si estamos juntos, si descubrimos otro misterio, si nos abrazamos, si escribimos un poema sobre nuestra inocencia.

Al fin el día nos gana para un nuevo proyecto, nos levantamos, nos volvemos a abrazar y te marchas a la cocina mientras escribo tu nombre sobre el cuerpo empañado de la ventana y te acercas desde mi espalda con ese beso tan inesperado como esa música deliciosa en horario de noticias, te acercas y me regalas esa taza de café con sabor a tu cuerpo y por la habitaciòn comienza a florecer ese aroma de tu alma que tanto me recuerda el amor que siento por ti.