El atardecer y su presencia sobre mi rostro, aquellas palabras que murmurabas en mis labios, aquellos monosilabos que llegaban desde lejos e impregnabas mi cuerpo con ellos, regodeándote, esculpiendo el rostro del amor con aquellos poemas que siempre escribias sobre humo, sobre aquellos vasos con los que brindabamos en las tardes, justo en la caida del silencio y el nacimiento de la noche.
La noche era ese refugio donde nos acurrucabamos, donde encendiamos esas hogueras imaginarias, donde la música de las guitarras nos arrullaban, nos aguardaban desde esa esquina donde siempre renace el amor. N
No es la voz, son aquellas palabras que descifran el sentido lateral de las ciudades, todas las ciudades terminan justo en esa calle donde siempre nos sentabamos a charlar, esa misma calle donde no existían los árboles silenciosos, donde las ventanas siempre permanecen abiertas a la imaginación, aquellas calles donde comenzamos esta historia, donde nos incrustamos desde el éxtasis hasta la eternidad, esa calle donde murmure tu nombre y creció una flor, donde la única catedral permanece cerrada porque es nuestro refugio, porque es nuestra voluntad no descubrir porque al besarnos cae la tarde en la ciudad, es el milagro, es la voz digna que se disfraza y voltea en busca de un banco, ese banco gris que sobrevive al final de la calle y donde nos volveremos a encontrar en la proxima vida, después que la muerte borre nuestras lágrimas por esta separación.
La noche era ese refugio donde nos acurrucabamos, donde encendiamos esas hogueras imaginarias, donde la música de las guitarras nos arrullaban, nos aguardaban desde esa esquina donde siempre renace el amor. N
No es la voz, son aquellas palabras que descifran el sentido lateral de las ciudades, todas las ciudades terminan justo en esa calle donde siempre nos sentabamos a charlar, esa misma calle donde no existían los árboles silenciosos, donde las ventanas siempre permanecen abiertas a la imaginación, aquellas calles donde comenzamos esta historia, donde nos incrustamos desde el éxtasis hasta la eternidad, esa calle donde murmure tu nombre y creció una flor, donde la única catedral permanece cerrada porque es nuestro refugio, porque es nuestra voluntad no descubrir porque al besarnos cae la tarde en la ciudad, es el milagro, es la voz digna que se disfraza y voltea en busca de un banco, ese banco gris que sobrevive al final de la calle y donde nos volveremos a encontrar en la proxima vida, después que la muerte borre nuestras lágrimas por esta separación.
4 comentarios:
Esta bonito,aunque tiene muy triste final.
...Solo queda del pasado el placer de habernos conocido...
Excelente realmente!!!
Saludos porteños.
Preferio pensar que despues de todo se unen esas almas.
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