martes, septiembre 1

ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

Cuando descubro tus manos bailando esa música antigua y me acerco hasta tu nostalgia para encubrir ese color rojo pálido que comienza a nacer en tus mejillas cuando vez como el humo se disipa y tu imagen crece ante los ojos de los árboles, ante las raíces, y no quieres que te vean, no quieres decir aquellas palabras mágicas que regresarán esos muros disipados, esos quejidos ahuyentadores que te protegen y me dejas llegar, me dejas besar tu inocencia y te abrazas a mí, me devuelves esa sonrisa que doscientos años atrás se me quedó olvidada en tus manos y sales corriendo por aquellas calles donde siempre te escondes, donde nace el húmedo golpetear de los pájaros carpinteros.
Salgo nuevamente en tu búsqueda, quizás si comenzara a cantar aquella antigua melodía sin palabras entonces llegaría más rápido a tu cuerpo y no tendría que retomar tus huellas, no tendría que luchar contra mis ilusiones, no tendría que esconder aquellos harapos que siempre me recuerdan la última noche de amor fuera de tus brazos
Llego al pueblo, al mismo pueblo donde fue crucificado el último fantasma de la inquisición, donde nadie quiere escuchar los ecos de aquellos pájaros oxidados por la maldición de la bruja y camino despacio por sus calles temiendo por el encuentro con el caballero de las tres monedas, el mismo que protege el castillo donde el eco siempre nos devuelve la palabra y te veo, sentada sobre tu alma, describiendo nuestro último encuentro a las hormigas y me vez y te me abrazas, sonríes y en un beso me descubres que no hay espacio en tiempo, que no hay un hueco repetido en el camino, que no hay más separación que la que provocamos con nuestros deseos y me quedo abrazado a ti mientras el sol comienza a nacer desde la obligación de sus deseos.

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